Columna por Tati Guiloff – CEO MGC.
Hace unos pocos meses, cuando preguntábamos cuáles eran las principales preocupaciones de quienes estaban liderando las compañías, muchos hablaban de la transformación digital, otros de aumentar las ventas, algunos de la escasez de talento y así, un abanico amplio de posibilidades. No sabíamos que todo estaba por cambiar radicalmente de un minuto a otro.
Se nos vino encima la pandemia mundial, sumada a un calendario local político candente, por decir lo menos, y nos dimos cuenta que varias de esas preocupaciones pasaban a un segundo plano, para abrir camino a las características más importantes para las organizaciones que sobrepasarán esta crisis de forma exitosa: La flexibilidad y la capacidad de adaptación. Pero éstas no son nada si no las combinamos con pensamiento estratégico. El mix de ambos, eso sí, se transforma en la clave para lograr llegar al año 2022 -pensemos que en 2021 aún estaremos en este proceso- no solo indemnes, sino además con cuentas positivas.
En el escenario actual, de inestabilidades político/sociales locales y mundiales, nos enfrentamos a un mundo más cambiante que nunca donde, además, se acabó la posibilidad de planificar a largo plazo, algo a lo que al menos en Chile, estábamos habituados y era parte de nuestro quehacer normal a la hora de plantear estrategias de negocios, comunicación o de cualquier otra índole. Hoy podemos hacer planes de mediano y corto plazo, pero forzosamente debemos asumir que de nuevo mucho de lo que parece estático, puede (y va a) volver a cambiar.
Así, la mirada que buscó durante años la corriente de la nueva teoría estratégica (NTE), de no pensar más en una línea hacia adelante, sino en una espiral que retorna a su centro y no pierde nunca su capacidad de volver sobre sí misma, se hace más vigente que nunca.
De esta forma, y como plantea el profesor Rafael Pérez, uno de los principales teóricos de la NTE, de golpe y porrazo, la pandemia nos trajo a la realidad el esperado paso del homo economicus, o humano económico, al homo relatio o humano “relacional”, que realiza el ejercicio de pensar estratégicamente -o estrategar- con el ser humano, cambiante e inestable por naturaleza, en el centro y con la comunicación como eje articulador de todo proceso cuyo fin es alcanzar una mejora en una organización; incluyendo, por cierto, los que buscan aumentar la rentabilidad.
Es cierto que esta mirada no es nueva, y ya había generado cambios importantes en muchas organizaciones que, por ejemplo, incluyeron los indicadores sociales y medioambientales en su estrategia económica, pero lo que ocurre ahora es que, tal como la caída de las estructuras y las instituciones, aparece no como algo esperable y adaptable a distintas intensidades y contextos, sino como una realidad presente, ineludible y capaz de impactar incluso en el corto plazo, el éxito o fracaso de una compañía.
Entonces, la crisis se abre como una gran oportunidad para nuestro sector, que se transforma en un eje cada vez más importante para las empresas, y por eso nuestra mirada consultiva y no de “agencia” -un mero traspasador de información- se hace más relevante que nunca, ya que conlleva si o si la responsabilidad de guiar a nuestros clientes en el camino de estrategar con el ser humano en el centro. Un desafío que suena sencillo, pero que implica grandes cambios en las estructuras organizacionales, aún hoy acostumbradas a la mirada de homo economicus, en un mundo que, ahora sí -y definitivamente- cambió.