Carmen Gloria González,
Directora Senior PR.
La cálida voz tras el teléfono te cuenta, de forma pausada y armoniosa, respecto a la invitación para asistir a un evento. Escuchas el monólogo por cortesía o desistes amablemente. Así lo hice, pero la chica era insistente y enumeraba los beneficios de vivir la experiencia, además de los increíbles regalos que recibiría. Expliqué mis razones para no aceptar su tentadora invitación a una tarde de spa, pero al repetir por tercera vez la misma frase, con la misma oferta y pausas demasiado marcadas e iguales, caí en cuenta de que estaba siendo timada por una inteligencia artificial, muy bien “capacitada” en su labor. Corté.
Nunca pensé que mantendría una conversación con una IA. Pero no es la tecnología lo que sorprende, sino más bien el pensar que “algo”, no “alguien” podría apelar a mi bienestar. ¿Qué sabrá de salud integral un sistema informático programado para responder a palabras o respuestas puntuales?
Así surge la pregunta de hasta dónde una inteligencia artificial puede reemplazar acciones innatas a los seres humanos, especialmente en el plano laboral de las comunicaciones, donde la experiencia y habilidades propias de cada persona pueden marcar una diferencia trascendental.
La premisa es entender que, por mucho que los avances tecnológicos intenten igualar al ser humano, hay momentos en que las emociones, la cultura, la educación e incluso la experiencia que entrega la vida a cada persona, son inigualables.
En el área de las relaciones públicas, la comunicación interpersonal no es un mero acto de reunión, sino más bien la punta de lanza que puede llevar a marcar la diferencia entre una campaña fructífera o no. El talento del capital humano es lo que marcará la diferencia entre el éxito o el fracaso de una compañía y los avances tecnológicos son su aliado para aquello.
Hoy, donde la tecnología es literalmente parte de todo nuestro entorno, la IA debe ser una de las opciones más asequibles que existen para el desarrollo de ese valioso capital humano, quién tiene en sus manos la alternativa de sacar o no, el máximo potencial a esa herramienta. Y, muy por el contrario a lo que se pueda pensar, una inteligencia artificial nunca podrá reemplazar a una persona talentosa que pueda hacer uso de una aplicación tecnológica para crecer profesionalmente.